Un estudio realizado con más de 7 mil personas ha confirmado algo que muchos ya intuían: contemplar arte puede ser terapéutico. Mirar un cuadro, una escultura o una instalación artística no sólo estimula el cerebro, también reduce el estrés, mejora el estado de ánimo y fortalece el sentido de identidad.
Los beneficios no dependen del talento ni del conocimiento previo. Basta con observar. El arte activa regiones del cerebro relacionadas con la empatía, la memoria y el placer, permitiendo una pausa emocional que pocos espacios pueden ofrecer. Incluso puede mejorar nuestras relaciones interpersonales al hacernos más sensibles a lo que nos rodea.
En un mundo saturado de estímulos y pantallas, el arte ofrece un refugio. Una galería, un museo, incluso una imagen en casa, pueden convertirse en un espacio de sanación. Tal vez sea hora de regalarse unos minutos al día, no solo para ver arte, sino para sentirlo.