Aunque es el país más pequeño del mundo, el Vaticano cumple con todos los requisitos para ser un Estado soberano: tiene un territorio claramente definido, una población estable y un gobierno propio. Posee su propia bandera, himno, pasaportes y hasta un banco central. Su independencia se consolidó en 1929 con los Pactos de Letrán, cuando Italia reconoció oficialmente su soberanía.

El Vaticano es único en el mundo, pues su jefe de Estado es el Papa, quien tiene poder absoluto sobre el territorio. A diferencia de otros países, no cuenta con un ejército ni una industria, pero su economía se mantiene a través de donaciones, ingresos por turismo y hasta la venta de sellos postales y souvenirs.

A pesar de su tamaño, el Vaticano tiene una gran influencia a nivel mundial debido a su papel como centro del catolicismo. Millones de personas visitan este pequeño Estado cada año, convirtiéndolo en un símbolo de poder religioso, cultural e histórico.