En 2025, el Congreso de México debatirá una propuesta que podría marcar un hito en la historia laboral del país: reducir la jornada laboral semanal de 48 a 40 horas. Este cambio implicaría que los trabajadores disfruten de dos días de descanso por cada cinco días laborados, alineando a México con estándares internacionales que promueven el bienestar de los empleados.
La iniciativa busca reformar el artículo 123 de la Constitución, que regula los derechos laborales en México. Según sus defensores, la medida fomentaría una mayor convivencia familiar, permitiendo a los padres pasar más tiempo con sus hijos y mejorar la calidad de vida de millones de trabajadores.
Sin embargo, la propuesta también genera interrogantes sobre su viabilidad económica. Expertos advierten que algunos sectores empresariales podrían enfrentar retos para adaptarse al nuevo esquema sin afectar la productividad. Otros, en cambio, señalan que experiencias en países como Alemania y Suecia demuestran que jornadas laborales más cortas pueden mejorar la eficiencia y reducir el estrés.
El debate promete ser intenso y plantea una pregunta crucial: ¿México está preparado para adoptar un modelo laboral más flexible? La respuesta se definirá en los próximos años, en un contexto donde el equilibrio entre la vida personal y profesional se convierte en una prioridad global.