Una curiosa tendencia de TikTok ha vuelto a poner en el centro de atención a los frijoles saltarines, un fenómeno que sorprende a millones de usuarios con videos de semillas que parecen cobrar vida. Estos frijoles, originarios de Sonora, Sinaloa y Chihuahua, no deben su movimiento a la magia, sino a un pequeño habitante en su interior: la larva de una polilla. Cuando esta se mueve para evitar el calor, provoca los saltos característicos de la semilla.
Más allá de su reciente viralidad en redes sociales, los frijoles saltarines han sido objeto de fascinación durante décadas. Se han vendido en mercados locales y en ferias, acompañados de leyendas que les atribuyen propiedades mágicas o incluso la capacidad de atraer la buena suerte. Para muchos, su aparente misterio no solo alimenta la imaginación, sino también el sentido de identidad y orgullo por la riqueza cultural y natural del país.
Hoy, en pleno auge digital, estos pequeños frijoles representan un puente entre la tradición y la modernidad. Mientras las nuevas generaciones los descubren a través de pantallas, aún conservan su esencia como símbolo de la biodiversidad mexicana y recordatorio de que la naturaleza es capaz de esconder sorpresas extraordinarias en los detalles más simples.