Cada primavera, la Ciudad de México se tiñe de morado con la explosión de flores de las jacarandas, un fenómeno que enamora a locales y turistas. Pero lo que pocos saben es que estos árboles no son originarios de México: fueron traídos hace más de un siglo por el paisajista japonés Tatsugoro Matsumoto, como parte de un proyecto para embellecer la ciudad.

Si bien las jacarandas han dado identidad visual a la CDMX, los científicos advierten sobre los riesgos ecológicos de esta especie foránea. Su crecimiento acelerado y su resistencia han desplazado a árboles nativos, afectando la biodiversidad local y alterando los ecosistemas urbanos.

Entonces, ¿estamos ante un símbolo cultural o una invasión silenciosa? Mientras miles disfrutan de su belleza, los expertos debaten si es hora de reforestar con especies nativas antes de que sea demasiado tarde.