En los bosques húmedos de Japón y China crece una de las flores más singulares del planeta: la llamada “flor esqueleto”. Su nombre proviene de un fenómeno sorprendente: cuando la lluvia o el agua tocan sus pétalos, estos se vuelven completamente transparentes, dejando al descubierto su delicada estructura interna. Una vez que se seca, la flor recupera su característico color blanco, en un proceso que parece sacado de la fantasía.
El secreto de esta transformación radica en la disposición de sus células, que desvían la luz de manera diferente al absorber humedad. Este efecto óptico convierte a la flor en un verdadero espectáculo de la naturaleza y en un objeto de estudio para los científicos, quienes buscan comprender cómo su peculiaridad puede inspirar innovaciones en óptica y materiales.
No obstante, la “flor esqueleto” se encuentra en riesgo. La deforestación y el cambio climático amenazan su hábitat natural, reduciendo drásticamente las áreas donde puede sobrevivir en estado silvestre. Por ello, los investigadores han hecho un llamado a proteger estos ecosistemas, no solo por la belleza de esta flor única, sino también por el valor biológico y científico que representa en el frágil equilibrio del planeta.