El kéfir, una bebida fermentada elaborada a partir de la combinación de bacterias y levaduras, ha ganado popularidad en los últimos años como una de las alternativas más completas para mejorar la salud intestinal. Su composición puede incluir hasta 60 cepas probióticas distintas, lo que lo convierte en un alimento de alta densidad microbiológica en comparación con otros fermentados tradicionales como el yogurt.

Además de su contenido probiótico, el kéfir aporta nutrientes esenciales como calcio, vitamina B12, vitamina K2 y magnesio, elementos que contribuyen a funciones metabólicas clave y al fortalecimiento del sistema inmunológico. Diversos estudios sugieren que su consumo regular puede favorecer procesos digestivos, reducir la inflamación y mejorar la respuesta del organismo ante infecciones o alteraciones metabólicas.

Sin embargo, expertos advierten que no todos los productos etiquetados como kéfir ofrecen los mismos beneficios. Algunas versiones comerciales reducen la carga probiótica, incluyen azúcares añadidos o utilizan métodos de fermentación simplificados que modifican sus propiedades originales. Por ello, se recomienda revisar etiquetas, optar por productos con ingredientes simples y, de ser posible, consumir kéfir artesanal para garantizar su calidad microbiológica.