Japón acaba de romper un récord demográfico que preocupa al mundo. Sólo en 2024, el país perdió un millón de habitantes: se registraron apenas 686 mil nacimientos (la cifra más baja desde 1899) frente a 1.6 millones de defunciones. El desequilibrio es tan grande que las autoridades reconocen que enfrentan una “emergencia silenciosa”, que amenaza la viabilidad económica y social del país.

La estructura de edad se ha invertido: casi un tercio de la población supera los 65 años, y solo seis de cada diez habitantes forma parte de la fuerza laboral. Esto ha provocado una escasez de trabajadores sin precedentes, cierres de escuelas y falta de mano de obra en sectores clave como el agrícola e industrial. El gobierno ha comenzado a ofrecer ayudas económicas para fomentar la natalidad, pero por ahora los resultados son limitados.

En zonas rurales, aldeas enteras han quedado prácticamente vacías y millones de casas se encuentran abandonadas. Especialistas advierten que si la tendencia continúa, algunas regiones del país podrían volverse inhabitables en los próximos 20 o 30 años. Japón enfrenta así uno de los retos demográficos más difíciles de su historia moderna.