Aunque parezca sorprendente, los intestinos albergan más de 100 millones de neuronas, formando un sistema nervioso tan complejo que los científicos lo llaman el “segundo cerebro”. Este sistema digestivo no solo se encarga de procesar los alimentos, también se comunica directamente con el cerebro, influenciando nuestras emociones, decisiones y estado de ánimo de manera profunda.

Estudios recientes han vinculado este eje intestino-cerebro con condiciones como la ansiedad, la depresión y los cambios de humor sin causa aparente. Esto significa que lo que comemos no solo afecta nuestro cuerpo, sino también nuestra mente. Una dieta alta en grasas, azúcares o procesados puede alterar la microbiota intestinal, y con ello, provocar desequilibrios emocionales y mentales.

El libro “The Second Brain”, del doctor Michael Gershon, fue pionero en esta teoría y hoy es respaldado por una creciente comunidad científica. Este conocimiento podría cambiar el enfoque de muchos tratamientos psicológicos y psiquiátricos, priorizando también la salud digestiva. ¿Y si el bienestar emocional comenzara en el plato?