El Caribe mexicano enfrenta una amenaza que va más allá del turismo: el sargazo. Esta macroalga, que llega en toneladas a las playas, se descompone rápidamente bajo el sol, generando gases tóxicos como el ácido sulfhídrico. El resultado es una mezcla de mal olor, aire contaminado y un ambiente que ahuyenta a los visitantes, pero también pone en riesgo a los habitantes locales. Las autoridades advierten que esta situación no solo daña la economía turística, sino que puede provocar irritación en los ojos, problemas respiratorios, náuseas y dolores de cabeza.

El impacto en el medio ambiente es aún más preocupante. Al descomponerse, el sargazo consume grandes cantidades de oxígeno del agua, lo que crea zonas muertas donde la vida marina desaparece. Peces, tortugas y corales sufren las consecuencias, y en algunos puntos de la costa se han encontrado especies en peligro de extinción muertas entre las algas. Además, estudios recientes han detectado metales pesados como plomo y arsénico en las capas de sargazo acumuladas, lo que incrementa el riesgo de contaminación del agua y la tierra.

Lo que comenzó como un fenómeno natural estacional se ha convertido en una catástrofe ecológica sin precedentes. Expertos en cambio climático señalan que el calentamiento global y el aumento de nutrientes en el océano han hecho que el sargazo prolifere en niveles nunca antes vistos. El Caribe mexicano, uno de los destinos más visitados del mundo, enfrenta ahora el desafío de limpiar sus costas sin dañar aún más sus ecosistemas. Mientras tanto, científicos y gobiernos buscan soluciones urgentes a una amenaza que llegó para quedarse.