Aunque parezca inofensivo, nadar con lentes de contacto puede poner en grave riesgo la salud ocular. El agua de albercas, lagos o jacuzzis contiene microorganismos que, al quedar atrapados entre el lente y el ojo, pueden causar infecciones graves como la queratitis por Acanthamoeba.

Este parásito puede atacar la córnea y, en los peores casos, provocar pérdida permanente de la visión. También es común que el lente se irrite, se pierda o se adhiera de forma peligrosa al ojo tras el contacto prolongado con agua contaminada. A pesar de los riesgos, muchos usuarios ignoran las advertencias médicas.

Oftalmólogos recomiendan quitar los lentes antes de nadar, usar gafas protectoras o recurrir a alternativas como lentes de contacto desechables. La comodidad momentánea no justifica comprometer un sentido tan valioso como la vista. Una decisión de segundos puede evitar daños de por vida.