Después de medio siglo de haber sido declarado extinto en la vida silvestre, el lobo mexicano comienza a recuperar su lugar en los ecosistemas del norte del país. Esta especie, una subespecie del lobo gris, desapareció de su entorno natural debido a la caza indiscriminada y la pérdida de hábitat, pero gracias a esfuerzos coordinados ha logrado regresar. Actualmente, se calcula que hay entre 35 y 40 ejemplares viviendo en libertad en zonas de la Sierra Madre Occidental, particularmente en Durango y Chihuahua.
Este regreso ha sido posible gracias a un programa binacional impulsado por México y Estados Unidos, que comenzó con la reproducción y conservación en cautiverio. El trabajo incluyó el monitoreo genético, la cría en centros especializados y una estrategia de reintroducción cuidadosamente planificada. A través de este proceso, se ha logrado mantener una población saludable bajo cuidado humano, que ya supera los 600 ejemplares.
El regreso del lobo mexicano no sólo representa una victoria para la conservación ambiental, sino también un símbolo de restauración ecológica. El reto ahora es garantizar que esta población pueda crecer y mantenerse sin volver a caer en peligro. Esto implica proteger su hábitat, fomentar la coexistencia con comunidades rurales y seguir fortaleciendo los esfuerzos de conservación entre ambos países.