El A-23A, el iceberg más grande del planeta, está muriendo… y la NASA lo está registrando en tiempo real. Durante casi tres décadas permaneció inmóvil en el mar de Weddell, en la Antártida. Pero el calentamiento global ha cambiado todo: en los últimos meses ha perdido más de 360 kilómetros cuadrados de hielo, un área equivalente a la de una ciudad mediana.

Ahora, enormes bloques de hielo flotan de manera errática cerca de la isla Georgia del Sur, una reserva natural clave para pingüinos, focas y otras especies marinas. Esta desintegración masiva no es sólo un espectáculo visual; también representa una amenaza directa para los ecosistemas oceánicos. Cuando el hielo se derrite, altera la temperatura y la composición química del mar, lo que puede afectar drásticamente la vida marina.

Expertos advierten que este evento es un claro ejemplo del impacto del cambio climático. El retroceso de los glaciares y la fragmentación de los icebergs no solo elevan el nivel del mar, también alteran corrientes oceánicas y ponen en riesgo el equilibrio natural. Lo que está pasando con el A-23A no es un fenómeno aislado: es una señal urgente de lo que está por venir si no frenamos el calentamiento del planeta.