El iceberg A23a, uno de los más grandes y longevos jamás registrados, comienza a romperse tras casi 40 años de recorrido. Su historia ha sido excepcional: se desprendió en 1986 de la Antártida, permaneció décadas atascado, sobrevivió a corrientes oceánicas y estuvo cerca de impactar con varias islas en el Atlántico.

Con un tamaño comparable al de Londres, A23a se convirtió en un símbolo de resistencia en el mundo polar. Su permanencia sorprendió a científicos y navegantes, que lo estudiaron como un caso único de supervivencia frente a las duras condiciones del océano.

Hoy, sin embargo, el ciclo natural de estos gigantes de hielo llega a su fin. El iceberg se desintegra lentamente en el Atlántico, marcando el cierre de una de las historias más largas documentadas en la vida de estas estructuras colosales.

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