El arcoíris, uno de los espectáculos naturales más admirados por el ser humano, tiene una explicación científica fascinante. Este fenómeno ocurre cuando la luz solar atraviesa pequeñas gotas de agua suspendidas en la atmósfera, que funcionan como diminutos prismas. En ese proceso, la luz se refracta, se refleja y se descompone en siete colores distintos.
El orden de los colores nunca es aleatorio: el rojo se sitúa en la parte exterior del arco, mientras que el violeta se encuentra en el interior. Entre ellos se distribuyen el naranja, amarillo, verde, azul y añil, formando una secuencia que siempre sigue las mismas leyes de la física.
Aunque a menudo se asocian con la lluvia, los arcoíris también pueden observarse en cascadas, fuentes o incluso en el rocío de la mañana. Más allá de su belleza, son un recordatorio de cómo los principios de la óptica pueden transformar un simple instante de la naturaleza en un espectáculo inolvidable.