Con temperaturas que superan los 42 grados, Nuevo León enfrenta una de las olas de calor más intensas del año. Las autoridades ya evalúan suspender clases presenciales en varios municipios debido al alto riesgo de golpes de calor y deshidratación, especialmente en niños.
Muchos planteles escolares no están preparados para este tipo de clima extremo. Algunos no cuentan con aire acondicionado o ventilación adecuada, mientras que otros tienen techos de lámina que convierten las aulas en hornos. La situación se agrava por la falta de agua potable, árboles o sombra durante recreos y actividades al aire libre.
Estudiar en estas condiciones no solo es incómodo, sino también peligroso. Padres de familia y maestros han comenzado a exigir soluciones urgentes, mientras el sistema de salud se prepara para atender posibles emergencias. La pregunta es: ¿hasta cuándo se podrá sostener el ciclo escolar en estas condiciones?