China, durante décadas reconocida como la «fábrica del mundo», enfrenta un problema que amenaza su futuro: una crisis demográfica sin precedentes. La tasa de natalidad cae en picada, mientras que la población mayor de 65 años sigue aumentando, poniendo una enorme presión sobre el sistema de pensiones y la fuerza laboral.
El problema no es solo de China: como la segunda economía mundial, su debilitamiento impactaría en la cadena de suministro global, afectando mercados y economías en todo el planeta. La menor disponibilidad de trabajadores podría reducir la producción y aumentar los costos de manufactura, con repercusiones directas en la inflación y el comercio internacional.
Para contrarrestar la crisis, el gobierno chino ha impulsado incentivos para aumentar la natalidad y mejorar las condiciones laborales. Sin embargo, el desafío es inmenso. Si no se revierte la tendencia, el mundo podría enfrentarse a una desaceleración económica con efectos duraderos. ¿Es el principio del fin para el gigante asiático?