Un nuevo estudio revela un dato sorprendente: los autos eléctricos se cambian hasta cuatro veces más rápido que los de gasolina. Mientras un coche convencional permanece más de 12 años en manos de su dueño, uno eléctrico apenas dura entre 2 y 4 años antes de ser reemplazado.

La causa, según los expertos, no es necesariamente un fallo técnico, sino el ritmo acelerado con el que surgen modelos con mayor autonomía, baterías más eficientes y funciones inteligentes. La constante innovación empuja a los consumidores a cambiar de vehículo con mayor frecuencia, generando una cultura de “actualización” similar a la de los smartphones.

Este fenómeno plantea preguntas urgentes sobre sostenibilidad. Aunque los autos eléctricos prometen ser más ecológicos, su rotación acelerada podría estar creando un nuevo tipo de obsolescencia. ¿Estamos ante un avance real o solo ante una nueva forma de consumo disfrazada de conciencia ambiental?