Aunque ahorrar es clave para tener estabilidad económica, en México sigue siendo una práctica poco extendida. Solo una de cada cuatro personas usa servicios formales como cuentas bancarias, fondos de ahorro para el retiro o seguros. La mayoría guarda su dinero en casa, lo que implica riesgos y limita su crecimiento financiero.
Peor aún, apenas el 11% de la población cuenta con un fondo de emergencia que le permita sobrevivir al menos tres meses sin ingresos. Y la desigualdad es profunda: en los niveles socioeconómicos altos, casi la mitad de las personas ahorra; en los más vulnerables, apenas lo hace el 8%. Esto refleja no solo falta de recursos, sino también una gran brecha en educación financiera.
Sin acceso a herramientas básicas y sin una cultura del ahorro que se enseñe desde jóvenes, millones de personas están a un paso de caer en crisis ante cualquier imprevisto. Fomentar el ahorro no es solo responsabilidad individual: requiere políticas públicas, inclusión financiera real y educación que ayude a construir un futuro más seguro para todos.