Un brazalete de oro con más de 3 mil años de antigüedad, que perteneció a un faraón egipcio, fue robado del Museo Egipcio de El Cairo y posteriormente fundido para extraer el metal precioso. La pieza, considerada patrimonio invaluable, terminó vendida en el mercado negro por apenas 4 mil dólares, una cifra irrisoria frente a su valor histórico y cultural.
El robo ocurrió dentro de un laboratorio de restauración del museo, un área que —según los reportes oficiales— carecía de cámaras de seguridad. Las autoridades egipcias confirmaron la detención de cuatro sospechosos, entre ellos un restaurador y un trabajador administrativo del recinto. El brazalete habría sido fundido poco después del robo, lo que imposibilita su recuperación.
La noticia desató indignación nacional e internacional, ya que Egipto ha sido víctima de múltiples saqueos de antigüedades en las últimas décadas. Arqueólogos y funcionarios del Ministerio de Antigüedades exigieron reforzar los protocolos de seguridad en museos y zonas arqueológicas. La pérdida de esta pieza no solo representa un daño al patrimonio egipcio, sino también un recordatorio de lo frágil que puede ser la protección del legado histórico frente al valor del oro en el mercado ilegal.