El gobierno mexicano anunció su intención de imponer aranceles de hasta un 50% a los automóviles provenientes de China, argumentando prácticas desleales de competencia que afectan a la industria nacional. La decisión no tardó en encender las alarmas en Pekín, que respondió con dureza y advirtió que defenderá sus intereses en el terreno diplomático y económico.

China acusó además la injerencia de terceros países, señalando indirectamente a Estados Unidos como el actor que presiona a México para tomar esta medida. Analistas señalan que esta disputa podría convertirse en un punto álgido dentro del complejo tablero geopolítico mundial, donde México se encuentra en medio de dos gigantes económicos.

La tensión genera incertidumbre para el futuro del sector automotriz mexicano, uno de los más importantes de su economía. Si bien la medida busca proteger la producción local y equilibrar la competencia, también abre la posibilidad de represalias comerciales que podrían afectar a otros sectores estratégicos del país.

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