Aunque parezca improbable, cientos de personas en el mundo sobreviven cada año a impactos directos de rayos. Sin embargo, las secuelas suelen ser devastadoras. En México, se registran más de 100 muertes anuales por este motivo, y muchas otras personas quedan con daños neurológicos, pérdida de memoria, insomnio severo, quemaduras internas o incluso parálisis parcial.
Un solo rayo puede alcanzar los 300 millones de voltios, una descarga que el cuerpo humano no está diseñado para resistir. El impacto interrumpe las señales eléctricas del corazón y el cerebro, lo que puede causar desde un paro cardíaco inmediato hasta secuelas psicológicas como ansiedad y depresión crónica. A veces, el daño no se detecta de inmediato y aparecen semanas después.
Las probabilidades de ser alcanzado son bajas, pero aumentan si se está en campo abierto, montañas, cerca de cuerpos de agua o bajo árboles durante una tormenta eléctrica. La UNAM recomienda buscar refugio bajo techo, alejarse de objetos metálicos y no usar celulares al aire libre durante tormentas. La prevención sigue siendo la mejor defensa ante uno de los fenómenos naturales más impresionantes… y peligrosos.