El Instituto Scripps de Oceanografía confirmó que los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera han superado las 430 partes por millón (ppm), el nivel más alto jamás registrado en la historia humana. Este gas, generado en su mayoría por la quema de combustibles fósiles, actúa como una manta térmica que atrapa el calor del sol, contribuyendo al aumento global de las temperaturas. Lo alarmante no es solo la cifra récord, sino la velocidad con la que estamos alcanzando estos niveles.

Las consecuencias ya se sienten en todo el planeta: olas de calor más intensas y frecuentes, incendios forestales descontrolados, sequías prolongadas y océanos cada vez más ácidos. Todo esto impacta directamente la salud humana, la producción de alimentos, el suministro de agua y la biodiversidad. Científicos de todo el mundo advierten que si no se aplican recortes drásticos y urgentes en las emisiones de gases de efecto invernadero, podríamos cruzar un punto sin retorno en la crisis climática.

Aunque los acuerdos internacionales buscan limitar el calentamiento global a 1.5 °C por encima de los niveles preindustriales, la realidad muestra que estamos lejos de cumplir esa meta. Los expertos insisten en la necesidad de políticas energéticas sostenibles, transición a energías limpias y compromisos reales de gobiernos y empresas. Este nuevo récord no es solo un dato: es una advertencia contundente de que el tiempo se acaba y el futuro del planeta está en nuestras manos.