En 1972, el geólogo Michel Siffre llevó a cabo un experimento sin precedentes: vivió seis meses bajo tierra, sin reloj ni compañía, como parte de un estudio de la NASA sobre el impacto del aislamiento extremo en el reloj biológico humano.
Sin un reloj, su reloj biológico adoptó un ciclo de 36 horas, mucho más largo que las 24 horas que regulan nuestro día a día. Esta alteración en su ritmo circadiano fue solo una de las consecuencias del aislamiento, ya que también experimentó alteraciones emocionales significativas, como insomnio, ansiedad y confusión, lo que demuestra el impacto psicológico de este tipo de condiciones extremas.
Los hallazgos de Siffre han tenido un impacto duradero en diversos campos, desde la psicología y la neurociencia hasta la exploración espacial. Sus observaciones sobre la desincronización del reloj biológico y los efectos psicológicos del aislamiento han servido como base para futuras investigaciones sobre la adaptación humana en condiciones extremas. Además, su experimento ha planteado interrogantes sobre la naturaleza del tiempo y nuestra percepción subjetiva del mismo, desafiando nuestras nociones preconcebidas sobre la realidad y la conciencia.
¿Seríamos capaces de adaptarnos a un entorno tan severo sin perder nuestra estabilidad emocional?